domingo, 1 de noviembre de 2009

Sexto primer día



Es lunes y llego a mi nuevo edificio de trabajo con unos minutos de adelanto, mis cálculos de lo que tardaría la chica en hacerme la tarjeta provisional de visitante han sido demasiado pesimistas. Toco el timbre de la puerta que va al despacho, después de haber preguntado en recepción.

- Hola - digo, tímido.
- ¿Ya estás aquí? ¿Qué hora es? - Me dice mi nueva jefa.
- Las doce menos ocho o nueve minutos, según el reloj que consultes.
- Oh.

Antes de darme tiempo a preguntar qué significa ese suspiro ahogado entra la chica que me seleccionó.

- Hola, precisamente te estaba llamando al móvil.
- ¿Ya no ha cursillo?
- Sí hay, pero al decirte la hora me confundí. Es de dos a ocho. Te estaba llamando para avisarte...

Llamando para avisarme a escasos cinco minutos de la hora a la que tengo que entrar. No, no tengo un scooter que corre a la velocidad de la luz.

- No pasa nada. Vuelvo en un par de horas.
- Lo siento, es que estamos muy liados. No te he podido llamar antes.
- Me daré una vuelta por Nuevo Centro. Y así tengo tiempo para comer - pienso que estoy siendo demasiado educado. Mi nuevo yo pacífico me esta dando bastante grima y solo existe desde hace unos segundos.
- Puedes dejar las cosas aquí, el casco...
- Pensaba ir en moto - digo, con el tono menos irónico que puedo.

Me paseo por la pirámide musical, viendo las novedades en dvd y que libros han editado últimamente. Mientras como en la gran M le doy vueltas al tema de las dos horas. Sinceramente, me dan igual, casi lo prefiero. Así mañana puedo comer en casa. Lo que me mosquea es que me digan una cosa y sea otra, no queda muy serio por su parte. Les doy el primer voto de confianza de su cartucho y emprendo el camino de vuelta.

Llego a en punto, no me tienen que hacer una tarjeta nueva y ya empiezo a memorizar la sincronía de los semáforos. La sala de reuniones está llena de futuros agentes comerciales. Nos dan el contrato del cursillo, de seis horas. En ese momento entiendo porque no he podido hacer ocho hoy, lo que alivia un poco mi mala leche interior.

Ese lunes y los cuatro días siguientes pasan entre productos, precios, role playings y demás tópicos. Yo me muero del aburrimiento, porque no participo y me limito a observar a todos. Al presentarme al equipo dijeron como se llamaba mi puesto.

Administrativo y apoyo a calidad.

Llevo trabajan demasiado tiempo en este mundillo como para saber que puede significar el añadido apoyo a calidad. No me van a pagar el sueldo de un coordinador (unos 80 pavos más que el de administrativo) pero tiene toda la pinta de que me voy a cansar de hacer escuchas. Aun así, no me quejo. Oficialmente no soy coordinador. No tengo ninguna responsabilidad en ese sentido. Ellos juegan con las reglas, las palabras y las categorías profesionales para ahorrarse unos euros. Es un juego que no se me da mal, pero de momento no digo nada. He tenido ocho años de líos, agentes sinverguenzas que tenían el convenio como biblia y yo mismo me he aprovechado de algún que otro artículo.

Administrativo y apoyo a calidad.
Me lo quedo.

1 comentario:

karenina dijo...

Quedatelo,quedatelo. Tu administra calidad y yo te apoyo