martes, 28 de diciembre de 2010

The Uruguay situation


Transcurre un mes y las llamadas que ya eran pocas bajan a casi ninguna. Horas en las que entre los siete agentes atienden a un curioso que no sabe donde llama, otro que pregunta su saldo y dos marroquíes que piden llamadas gratis.
En estas circunstancias cabría esperar que el jefe ya hubiera sufrido un par de mutaciones, causadas por sus múltiples ataques de ira irracional, pero no. De hecho, lleva dos semanas que parece una persona normal.

- Por la mañana hay días que ni viene - me cuenta mi compañera.
- Igual le han aumentado la medicación - le dijo, esperanzado.
- Yo creo que aquí va a pasar algo, porque los dos jefes de la compañía para la que trabajamos están de viaje y no volverán hasta dentro de dos semanas.
- Se habrán ido de vacaciones. Controlar tanta llamada desde la distancia debe agobiante.
- Mañana le preguntaré a Conchín a ver - me dice, ya totalmente convencida de la existencia de una conspiración.

Es el día siguiente y nada más llegar mi compañera me pone al día de sus investigaciones.

- Estos tíos están en Uruguay.
- ¿Te lo ha dicho Conchín? - pregunto, extrañado.
- No, se le ha escapado a Dorian.

Dorian es la persona que nos tiene que atender en ausencia de aquellos dos. No sé a quien se le ocurrió la idea, pero poner a este tipo de responsable de algo es como contratar a un teleoperador sordomudo. Sólo le hemos preguntado dos cosas. A la primera nunca llegó respuesta. La segunda fue peor, contestó con algo que no tenía nada que ver con el tema y como venía de Dorian, la cabeza visible de la compañía, procedimos tal y como dijo. Se lió parda.

El caso es que al ir a preguntarle la tercera duda, ha respondido que lo mejor será esperar a que vuelvan sus jefes de la formación de Uruguay.

- Así que se llevan esto allí - afirma mi compañera.
- No tiene mucho sentido. Si dices que tienes 250 agentes por turno sale rentable, pero somos 10 en total...
- Le he preguntado a Conchín, pero dice que no sabe nada - qué raro!, pienso.
- Igual quieren dejarnos como backoffice, para atender reclamaciones y movidas fuertes - pienso en voz alta. A los pocos segundos me doy cuenta que esta compañía apenas tiene reclamaciones. Apenas tiene clientes.
- Creo que deberíamos pedir una explicación - sentencia.
- Vale

Cuando llega el jefe le asaltamos en su despacho. No le damos tiempo a transformarse.

- Sí, se van a llevar parte de las llamadas a Uruguay.
- ¿Qué parte?
- Las recargas.
El 80%, pienso.
- ¿Y qué atenderemos aquí?
- Información comercial. Y nos encargaremos del backoffice.
- ¿Todos? - digo, incrédulo.
- No, haremos reestructuración. Estoy intentando que acepten un proyecto de llamadas salientes, pero aun no está claro.

Así que aquí terminamos. Cuando ves a las ratas saludarte desde otro barco sabes que ya es hora de saltar al mar.