miércoles, 4 de enero de 2012

Un año después


Como haría un mal guionista o un pseudoescritor vago, lanzo una elipsis temporal bastante descarada y con poco sentido. De paso aprovecho para volver a la narración en tiempo real y dejar a los cuatro o cinco gatos fieles al blog mi promesa de que actualizaré más a menudo (si es que alguno sigue por aquí)
Aquí va un resumen de todo lo que ha pasado desde la última actualización.

- Tuve un accidente de moto: Una señora que no sabía que hay que pararse antes de entrar en una rotonda. El resultado, 3 semanas andando como House, moto nueva (la misma que tenía, versión 2, de segunda mano) un par de quemaduras en la muñeca derecha, un Ipad con nulas secuelas (una manchita que solo se aprecia con fondo negro) y la cabeza ni mejor ni peor que estaba.
- Me hicieron un contrato temporal en mi empresa: Cuando se me acabo el que tenía por ETT me ofrecieron quedarme cobrando un poco más (trabajando más no, porque creo que materialmente es imposible)
- Mi novia y yo lo dejamos: Diferencias irreconciliables. Se llevo a Pixu, una tele y un trozo de mi corazón. Ahora vivo en mi casa, con mi hermano como compañero de piso y una hipoteca problema, con pocas opciones de vender y ninguna de librarnos de tener que perder dinero.
- En mi empresa decidieron recortar un 30% de la plantilla: Bastante pasta para los que eran indefinidos. Para mi, una fecha de fin de contrato.
- Conocí a Lucia: Podría rellenar almacenes de cuadernos en blanco escribiendo sobre ella. Pero sonaría cursi y ñoño y eso sería fatal para el tono irónico del blog. Mi soulmate amoregambe superchiquitina.

Así que ya es hoy, a menos de dos meses que se acabe mi contrato de trabajo. Pese a que se han cargado a un montón de gente, nadie me ha informado que no voy a seguir, algo bastante normal aunque escaso de tacto. En estos meses he hecho de todo. Resolver incidencias, escuchas, informes de calidad, encuestas de satisfacción, informes de productividad, control de tiempos...
Lo gracioso del caso es que el director de la empresa parece que no se ha enterado. Hace un par de meses se acercó a mi puesto, ese rincón camuflado donde todo el mundo se para a hablar de futbol, de la nba y de las mejores series de la televisión yankie.

- Santiago, podemos hablar un momento?
- Claro.

Me levanto y le sigo a la sala de reuniones.

Después de unos 4 o 5 minutos mirándonos, me siento como Charles Bronson al principio de "hasta que llegó su hora".

- Tengo muchas cosas que hablar contigo pero no se por donde empezar.
- Me vale cualquiera

Más minutos de Bronson dirigido por Leone.

- Me gustaría que me dijeras que haces en la empresa.
- ¿Cómo?
- Sí, a que dedicas el tiempo.
- Hago de todo.
- Ya, pero dime que es lo que haces durante la mayoría de tu jornada.
- Soluciono problemas graves - digo, desenfundando. A la mierda.
- Yo te contraté para que te encargaras de la calidad y veo que no lo estás haciendo. Quiero saber porque.
- Siempre tengo otra cosa más importante que hacer. Todo es urgente. Llego a las 8 y no se que trabajo voy a hacer, porque siempre hay alguna movida que me impide encargarme de la calidad.
- Entiendo - dice afirmando con la cabeza.

No, no entiendes nada.

- De todas formas, yo no soy del tipo de persona que dice lo que hace a grito pelado. Yo vengo, hago mi trabajo y a la hora de salida me olvido de esto hasta la mañana siguiente.
El tipo que queda un poco flipado.
- Pero vamos, mirando con algo de atención se puede ver todo lo que hago. Y las bombas que desactivo.

Seguimos hablando del tema, el hombre me pide que mañana haga una lista con lo que hago durante el día por horas. Sí, claro. Y de las veces que voy a cagar (una, dos si voy a comer al restaurante) La conversación entra en un absurdo de los que me gustan y pasamos más de 2 horas hablando sin decir nada. Yo no hablo de mis compañeros o de mi jefa, si tienes algún problema resuélvelo con ella.

Cuando damos el tema por terminado entramos en otro más gracioso.

- También quería hablarte de otra cosa. No sé como enfocarlo para que no te sientas mal.
- Digas lo que digas no me sentará mal, tranquilo.

Entonces el hombre empieza una metáfora imposible sobre alguien que va en traje y es un inutil y otro que va en chandal y es genial y cuando me canso de verlo intentar dar forma a su idea le corto...

- Ya, ya lo pillo. No te parece bien mi forma de vestir.
- Para el trabajo que tienes creo que deberías...
- El trabajo que tengo es de administrativo. Cobro como un administrativo. Teóricamente no tengo que presentar informes a nadie, ni dar conferencias. Visto como alguien que va como quiere dentro de un sitio donde no tiene que parecer nada. Mi trabajo ("ese que no sabes cual es", pienso) es lo que debería ser lo importante.
- Sí, pero no puedes venir a la oficina con una camiseta de futbol.

Me miro la camiseta. Es roja, no del rojo de la selección. Turquesa. No tiene escudos y por lo que recuerdo en la parte de atrás no lleva número.

- Y no es lo mismo presentar unos resultados al vendor sin afeitar, con zapatillas...que hacerlo con camisa. Aunque el trabajo que hagas sea muy bueno.

En qué quedamos, sabes lo que hago y soy bueno o no tienes ni idea de en que ocupo las horas?

- No vendré con camisetas y me afeitaré más regularmente (aunque sea malo para mi piel) Pero no voy a dejar de venir con zapatillas, lo siento.

El hombre parece diagnosticarme como caso perdido, porque minutos después da por finalizado el encuentro. Tres horas y media sin decirnos nada. No me ha hablado sobre que pasará cuando se me acabe el contrato, pero por sus palabras interpreto que no soy su tipo.

No soy un pelota, no grito delante de todo el mundo los problemas que resuelvo, de los que no se entera porque antes de que sepa que existen están solucionados, entrego mis informes como un reloj. Llevo camisetas y zapatillas.

Quién contrataría a alguien así?