jueves, 23 de julio de 2009

La prima lejana de Juan Connor



Hay una tipa que debe ser de planificación, que me suena una barbaridad. El problema es que con tantos años trabajando de coordinador en el maravilloso mundo del telemarketing hacen que te olvides por completo de los nombres de las personas, de donde y cuando las has conocido, de esas personas que te saludan en la Fnac y que trás cinco minutos de conversación evitando nombres y lugares sigues sin saber de que demonios las conoces.
Además, su aspecto no ayuda. Ojos caídos, nula sonrisa, pelo liso, lupas de pasta. Y yo que sé.

El caso es que hoy, en mi primera pausa visual, a eso de las 8:58 ha venido a buscarme al office (office = sala de descanso).

- Llevas 8 minutos en pausa.
- Imposible. Llevo dos y medio - le contesto enseñándole mi cronómetro. Mi compañero de descansos me mira extrañado. El ha salido unos segundos antes.
La tipa me mira raro y sale por la puerta. Le sigo. Le digo que cronometro todas mis pausas pero parece no escucharme. A medio camino me paro, estoy desperdiciando mi pausa visual.

- No me ha dicho nada más, parece que ha dado el mensaje y se ha autoprogramado - le digo a mi compañero mientras vamos hacia nuestros puestos.

En el mio me espera McKein, con su voz ronca y sus frases siempre amables.

- Estas nueve minutos en pausa visual. Conéctate ya!
- Estoy cuatro y me queda uno, a no ser que los relojes Casio se ralenticen - le digo enfadado, enseñándole el cronómetro. Por la forma en la que me mira parece que no ha visto un reloj digital en su vida.
- Bueno, conéctate.
- Me conectaré cuando el Casio marque cinco minutos exactos.

Los marca y me conecto. Y entonces me doy cuenta de todo. Esa tipa es la prima lejana de Juan Connor. Por eso me sonaba, la conocí en el futuro. Juan la envió para evitaría mi inminente despido generado por las máquinas, en concreto por los ordenadores último modelo de la empresa. Por eso me cuesta tanto entrar en el sistema cada mañana. Por eso cada vez que pulso el acceso directo para ver una factura puedo echar una cabezadita.

La prima de Juan Connor. El futuro tiene muy mala pinta.

martes, 21 de julio de 2009

It's raining, man




Son las 4 de la mañana y estoy despierto, mirando por la ventana de la habitación como caen gotas con forma de m&ms. Tarde o temprano tenía que pasar, en Valencia no llueve casi nunca, pero cuando lo hace deja en evidencia lo poco que pensaron los que asfaltaron las calles. Cambio la hora del despertador y vuelvo a dormir, con un poco de suerte me despierto y no llueve.

Son las 6:30 y no, no ha parado. Para darle emoción a la cosa de vez en cuando para y a los pocos segundos vuelve a empezar. Me voy al ordenador a ver las noticias. A las 7:00 saco la mano por el balcón y estoy convencido que va a parar. A las 7:20 llueve a cántaros. Tendré que pillar el bus de la muerte. Si he de palmar por lo menos que sea antes de entrar a trabajar.

A las 7:32 una señora saca la mano y hace el gesto de parada al conductor. El tipo la ve y acelera. La mujer y un hombre calvo con un paraguas gigante se cagan en todos sus familiares y sus muertos recientes. Dos minutos después subimos a otro bus.
A medio camino deja de llover. Sé que ya no lloverá en lo que queda de día.

Antes de llegar a la parada del metro el autobus de la muerte toma un camino alternativo. Alucino por unos segundos, hasta que caigo en la cuenta de es imposible que no llegue tarde, así que me dispongo a disfrutar de la aventura. A ver a donde me lleva. Un rato después un ecuatoriano solicita la parada y veo una estación de metro. Le sigo, ciegamente.

El billete me parece caro, euro y cuarenta por un trayecto tan corto es un robo. Son las 7:54 y el panel anuncia una parada a las 7:56. Llega y en el luminoso pone que va a Paterna. Dudo. Decido no subirme. Se va y miro el plano. Sí, era mi metro.
Paco Martinez Soria levanta el pulgar en su tumba.

Llega otro metro, no es el mio. Son las 8:01.

A las 8:04 llega otro que no marca Paterna pero ya me da igual. Subo. Acierto. A las 8:16 salgo de la estación subterranea. Un sol radiante me recibe en la superficie. Utilizo las escaleras, me doy tiempo para pensar si avisar que he llegado tarde o intento entrar reptando hasta el puesto que tenía ayer. Sí, tengo que recorrer más de media plataforma, lo sé.

Entro y no digo hola a nadie, analizo la zona y encuentro la ruta menos concurrida. Me siento en el puesto como si estuviera jugando a las sillas musicales con una remezcla de Fatboy Slim. El ordenador tarda menos de la normal y a las 8:43 atiendo mi primera llamada.

En el descanso me acerco a las firmas y una de las coordinadoras ve mis intenciones.

- No había firmado.
- ¿A qué hora te has conectado al teléfono?
- A las 8, como siempre. Se me ha pasado firmar porque he estado iniciando el ordenador.
- Ah. Vale.

No lo hago por los 20 minutos de retraso. En mi nómina equivalen aproximadamente a un 1,63€. Es solo una demostración más de mi teoría. Si uno de mis compañeros de curso le cantara el "Hallelujah" de Leonard Cohen en la versión del gran Jeff Buckley a un cliente mientras este le insulta porque un operario le está cortando el suministro, el resultado sería el mismo.

A las 13:52, mientras guardo mis apuntes en la bolsa y apuro la última llamada del día, mi coordinadora se situa a mi espalda. Vale. Son mejores de lo que pensaba, les he menospreciado.

- Santiago, ¿te interesa ampliar horario?
- ¿Perdón?
- Sí, ampliar horario. Puede a ser 7 u 8 horas diarios, solo para agosto o para siempre.
- En principio no, pero mañana te lo confirmo.
- Muy bien.

El mal siempre gana.

martes, 7 de julio de 2009

Day 5: the groundhog hour



Llego arrastrando los pies, apurando cada escalón. Son las 7:58 y es inevitable. Pregunto si tengo que sentarme en el mismo sitio que la semana pasada y me dicen que no, que el dueño del puesto ha vuelto de donde quiera que estuviera.
Trás consultar listados me ponen cerca del resto de mis compañeros de curso, parece que se van dando cuenta de que separarnos tanto solo provoca que tenga que andar más.
Enciendo el ordenador, me conecto al teléfono. Son las 8:03.

A las 9:00 el ordenador sigue en un fondo de pantalla de Windows, ese que es una foto de un campo perfecto. Supongo que a alguien le parecerá relajante, pero estar mirándolo durante una hora, pulsando cada diez minutos al icono del programa de gestión lo convierte en alucinógeno. A las 8:30 empiezo a ver al Teletubbie morado, con esos movimientos tan naturales. A las 8:42 salen sus tres colegas y empiezan a bailar, el sol con la cara de Jabba the Hutt sonríe feliz.
A las 9:02 me levanto y pregunto si puedo cambiarme de sitio. Me doy cuenta de que el único que está preocupado porque no estoy atendiendo llamadas soy yo. Me dicen que no, que espere. Vuelvo a Teletubbielandia y me encuentro que el paisaje idílico ha desaparecido y en su lugar hay una pantalla que no me suena de nada, pidiéndome un usuario y un password. No hay problema, el primer día me dieron muchos.
A las 9:18 empiezo a trabajar.

Es el día siguiente y llego arrastrando los pies, apurando cada escalón. Pregunto si tengo que sentarme en el mismo sitio y me dicen que sí. Una voz sale de la pantalla aún apagada. ¡Una abrassadaaaa!
Seguro que el ordenador hoy no me hace la misma jugada, pienso.
A las 8:25 sé que esto va para largo y me lo tomo con filosofía. Levanto la mano y viene una mujer con cara de susto permanente, luego una de las pequeñas Jabbas y por último una con mala leche (que parece que es la informática del equipo Hutts)
Deciden que lo mejor es botonazo y reiniciar. Yo les digo que eso ya lo he hecho pero no me hacen mucho caso. A las 8:50 me levanto y voy hacia ellas:

- Esto no va. ¿Puedo tirar el ordenador por la ventana?
- No.
- ¿Los comprasteis a la NASA, verdad?
- ¿El qué?
- Los ordenadores.
- No.

Les digo que yo no vuelvo a ponerme delante de esa pantalla y me buscan otro sitio. A las 9:21 empiezo a trabajar.

La nueva zona no está mal, la gente que tienes al lado atiende llamadas (a la tipa que tenía a la izquierda en la zona empresas le entraba una cada 20 minutos) y si levantas la mano en lugar de tardar 15 minutos tardan 12. Algunas coordinadoras/supervisoras/loquesean te miran como personas normales y hasta he conocido a una agradable.

A las 14:00 todo el mundo es maravilloso.

domingo, 5 de julio de 2009

Day 3: The Frankenstein's tactic (or How to be a Predator)



Lo mejor es pasar desapercibido. Se lo decía a mis compañeros de curso en nuestros almuerzos de tostadas y cafe con leche (o zumo). Que sepan tu nombre y poco más. Preguntar poco, mimetizarte con tu pequeño cobículo. Yo he llevado esa filosofía hasta el extremo, tanto que el segundo día trajeron el contrato para que lo firmáramos a la salida y todos lo hicieron menos yo. No hacer ruido. Entrar y salir.

La mañana pasa relativamente rápida, el descanso de 20 minutos es muy entretenido, uno de mis colegas de promoción está deseando que lo tiren desde última palabra de la primera llamada que atendió y me cuenta las barbaridades que va haciendo. Llamadas de 35 minutos, irse en pausa en lugar que en descanso...No quiero desanimarle, pero me temo que si se ahorcara con el cable del teléfono solo se darían cuenta porque la persona que ocupa su sitio por la tarde se quejaría de que está ocupado.

Yo tengo otro tipo de problemas. Mis llamadas son rápidas, puede que demasiado. La gente a la que me toca atender se queda contentísima, pero como el sistema va cuando le apetece y tampoco lo controlo demasiado, hay veces que me dejo las cosas a medio hacer. Solución: he descubirto un nuevo modo de pausa. "Trabajo administrativo" se llama. De momento lo he utilizado un par de veces y nadie me ha dicho nada, así que hasta que llegue el toque de atención pulsaré el botón en situaciones desesperadas.

Ah, y he levantado la mano, no he podido evitarlo. Pregunto a un tipo rapado, con cara de jugador de baloncesto serbio. No sé si es coordinador, supervisor o jefe supremo de los operadores de la Haya. Pero puedo asegurar que es la alegría hecha carne y hueso. La cosa ha sido más o menos así:

- Hola. Mira, a esta mujer le han cortado el suministro por deuda y ha pagado, quiere que le volvamos a reconectar...
- ¿Tienes el manual?
- ¿Cual de los dos?
- Los dos.
- Sí.
- Busca "devolver a la vida" y así es como se hace.
- Genial. Muchas gracias.

La respuesta me suena del curso, sé que lo hemos dado pero son 900 páginas y a la 400 me pregunto si el tipo no tiene ni idea de como se hace o si su madre lo abandonó en la puerta de EuroDisney y lo han criado personas disfrazadas de ratones gigantes. Decido que paso de seguir buscando, si al calvo no le importa si lo hago bien o mal a mi menos.

A la salida, mi compañero de almuerzos me comenta que han empezado la segunda ronda de cursos de incorporación, que en lugar de durar mes y medio duran dos semanas.
Parece que alguien se ha decidido a pensar con un poco de lógica. Total, se van a enterar lo mismo y van a dejar de perder cuatro semanas de sus (seguro) interesantes vidas.

jueves, 2 de julio de 2009

Day 1: This is Sparta!!!



Llego a las 7:52, nos dijeron que entráramos un poco antes para que nos dieran usuarios, contraseñas y demás datos vitales. A las 8:10 sigo esperando que me situen, algunos de mis compañeros de curso están ya sentados y como nos temiamos cada uno se va a sentar en un extremo. Primer gran acierto estratégico, tienes a 20 nuevos y los separas tanto te permite el mapa. O les da exactamente igual como lo hagamos o confían ciegamente en nosotros.
A las 8:18 me sientan en una zona que parece de atención a empresas. Enciendo el ordenador y como es lógico ninguno de los passwords funciona. Viene un técnico gigante, luego otro muy canijo y al rato consiguen pasar de la pantalla de inicio de Windows.
A las 8:50 empiezo a atender llamadas. Me doy cuenta de que lo hago mejor de lo que me esperaba, aunque la sensación de inquietud que te dan los dos programas que no funcionan me pone un poco nervioso. La gente pregunta y yo voy tirando de manual. Una mujer me pregunta por el talón de pago de su factura y eso solo se puede mirar por uno de los programas que no va. Levanto la mano. La estatua de la libertad sonríe en NY, sabe que con una antorcha la postura es mucho menos ridícula. A los 15 minutos aparece un ser de silueta extraña, con cara de bulldog. Con un tono mezcla de odio e indiferencia me dice que eso no lo hacemos nosotros, que le remita a otro número. Se lo digo a la mujer (que lleva esperando 24 minutos) y esta, incrédula, me dice que es el mismo que ha marcado para hablar conmigo.

Me prometo a mi mismo no preguntar más.

Al final consigo los datos gracias al bendito manual. Levanto la cabeza para ver que tal les va a mis compañeros esparcidos por la pequeña tierra media. Las pocas caras que reconozco están flipándolo.

Esta gente nos odia a muerte. La historia es la siguiente, su empresa ha perdido el servicio que prestaban y la que nos ha contratado a nosotros se ha quedado con la campaña. La nueva empresa ha contratado a todos los que trabajaban en la antigua (que les finiquitó y estos trabajadores se han llevado una pasta)pero a estos algo les huele mal. Los cuatro desgraciados que entramos nuevos lo hacemos en horarios que muchos de estos animalitos querían y parece que tengamos la culpa. Ahora todos tenemos la misma antiguedad, así que no tienen preferencia horaria. Lo siento tanto...

La mañana sigue y voy resolviendo las llamadas como puedo, en un par de ocasiones tengo que cruzar los brazos para no levantar la mano. Una de mis compañeras de curso, la que tengo más cerca, no para de preguntar y la cara de asco con que la miran es para hacerles una foto y enviarlas a uno de esos programas de fotos de mascotas.
Si yo en 8 años de coordinador llego a atender así a algún agente incorporado ese mismo día me hubiera llevado una bronca de las que hacen historia. Aquí parece que lo raro es tratar a la gente con educación.

A las 14:00 cuando voy a firmar la salida me quedo mirando al grupo de encantos que tan amablemente nos han ayudado. La cabecilla mide 1,50 y pesa como yo. Y entonces me doy cuenta de todo. Para ascender en la empresa tienes que comprometerte a parecerte cada día un poco más a Java el Hutt.

Bajo los cuatro pisos por las escaleras, pensando en lo mal que lo pasó el pobre Han Solo, en Chewie y Leia, cuando fallaron en su rescate. En Luke y el redimido Lando Calrissian. En la estatua de la libertad, con la mano levantada y el manual pegado al pecho.