domingo, 22 de noviembre de 2009

Square one



Vuelve a ser lunes y llego a mi nuevo edificio cinco minutos antes de mi hora de entrada. Esperamos al chico que llega puntual y nos llevan a otra sala de reuniones. Allí nos dan una serie de papeles para firmar.
- Normas de la empresa: Son todas bastante lógicas. No comer en el puesto, no dar gritos histéricos, no morder al compañero de al lado. Estoy de acuerdo en todo hasta que llegamos a un punto que hace referencia a la vestimenta. "No se puede ir en chandal ni ropa deportiva". No hay problema.
"No se pueden llevar zapatillas".
Miro hacia abajo, mis Adidas zx 750 edición especial Blu relucen con la luz fluorescente. Pienso en todos los zapatos que tengo y en lo incómodos que son. ¿Las Reef técnicamente no son zapatillas, verdad?
Escondo los pies bajo la silla mientras busco la complicidad del resto. Todo zapatos. Pelotas.
- Contrato: En el mío pone categoría "administrativo". No menciona el apoyo a calidad. Qué cosas.
- Retención de la seguridad social: Marco que tengo hipoteca, que me retengan poco, por favor.
- Consejos contra la gripe A: Con dibujos de como estornudar.

Salimos con dos arboles menos en el amazonas y nuestras mochilas llenas. Vamos a la sala que será nuestro puesto de trabajo. Repartimos los logins y empiezan a llamar.

La tarde transcurre entre dudas de los comerciales, paseos de fila en fila y aburrimiento general. En total hacemos dos ventas, en la primera tengo que mirar el manual y tardo casi media hora en cargarla en el sistema. Con la segunda son quince minutos. Si mi trabajo va a consistir en auditar y pasar las ventas espero que la cosa se anime, porque me veo en la calle antes del viernes.
Los agentes se van desaminados, por las llamadas que he escuchado la base de datos que nos ha dado el cliente está formada por un 70% de abuelos de más de 80 años y un 30% de gente a la que le han llamado hace una semana. Me preguntan que como veo las cosa y les digo que tengo la misma información que ellos. Ninguna. Me paso la hora final pasando las escuchas que he hecho y valorando a la gente. Este es simpático y amable, esta habla como si fuera una bestia parda, este tutea hasta al presidente del Imserso.

Mi supervisor me dice que mejoraremos con los días, que es muy normal que se empiece con pocas ventas. Su jefa también parece indiferente ante los desastrosos resultados.

Al llegar a casa, cuando Pastel me pregunta que tal me ha ido el día no se muy bien que contestarle.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Sexto primer día



Es lunes y llego a mi nuevo edificio de trabajo con unos minutos de adelanto, mis cálculos de lo que tardaría la chica en hacerme la tarjeta provisional de visitante han sido demasiado pesimistas. Toco el timbre de la puerta que va al despacho, después de haber preguntado en recepción.

- Hola - digo, tímido.
- ¿Ya estás aquí? ¿Qué hora es? - Me dice mi nueva jefa.
- Las doce menos ocho o nueve minutos, según el reloj que consultes.
- Oh.

Antes de darme tiempo a preguntar qué significa ese suspiro ahogado entra la chica que me seleccionó.

- Hola, precisamente te estaba llamando al móvil.
- ¿Ya no ha cursillo?
- Sí hay, pero al decirte la hora me confundí. Es de dos a ocho. Te estaba llamando para avisarte...

Llamando para avisarme a escasos cinco minutos de la hora a la que tengo que entrar. No, no tengo un scooter que corre a la velocidad de la luz.

- No pasa nada. Vuelvo en un par de horas.
- Lo siento, es que estamos muy liados. No te he podido llamar antes.
- Me daré una vuelta por Nuevo Centro. Y así tengo tiempo para comer - pienso que estoy siendo demasiado educado. Mi nuevo yo pacífico me esta dando bastante grima y solo existe desde hace unos segundos.
- Puedes dejar las cosas aquí, el casco...
- Pensaba ir en moto - digo, con el tono menos irónico que puedo.

Me paseo por la pirámide musical, viendo las novedades en dvd y que libros han editado últimamente. Mientras como en la gran M le doy vueltas al tema de las dos horas. Sinceramente, me dan igual, casi lo prefiero. Así mañana puedo comer en casa. Lo que me mosquea es que me digan una cosa y sea otra, no queda muy serio por su parte. Les doy el primer voto de confianza de su cartucho y emprendo el camino de vuelta.

Llego a en punto, no me tienen que hacer una tarjeta nueva y ya empiezo a memorizar la sincronía de los semáforos. La sala de reuniones está llena de futuros agentes comerciales. Nos dan el contrato del cursillo, de seis horas. En ese momento entiendo porque no he podido hacer ocho hoy, lo que alivia un poco mi mala leche interior.

Ese lunes y los cuatro días siguientes pasan entre productos, precios, role playings y demás tópicos. Yo me muero del aburrimiento, porque no participo y me limito a observar a todos. Al presentarme al equipo dijeron como se llamaba mi puesto.

Administrativo y apoyo a calidad.

Llevo trabajan demasiado tiempo en este mundillo como para saber que puede significar el añadido apoyo a calidad. No me van a pagar el sueldo de un coordinador (unos 80 pavos más que el de administrativo) pero tiene toda la pinta de que me voy a cansar de hacer escuchas. Aun así, no me quejo. Oficialmente no soy coordinador. No tengo ninguna responsabilidad en ese sentido. Ellos juegan con las reglas, las palabras y las categorías profesionales para ahorrarse unos euros. Es un juego que no se me da mal, pero de momento no digo nada. He tenido ocho años de líos, agentes sinverguenzas que tenían el convenio como biblia y yo mismo me he aprovechado de algún que otro artículo.

Administrativo y apoyo a calidad.
Me lo quedo.