domingo, 3 de octubre de 2010

Él, él mismo e Irina


Las dos primeras semanas me siguen cayendo palos que no me corresponden. El nivel de planificación de esta gente es nulo, yo que soy una de las personas más desordenadas del planeta parezco Vic Mackey.
Pasado ese tiempo de trabajo sin sentido, de hojas de excel sin fórmulas y de alguna que otra conversación/bronca ridícula, le pillo el truco a la cosa y la voz en mi cabeza que me insistía en mandarlos a la mierda baja considerablemente su intensidad. Tres semanas después a los que entraron en diciembre se les acaba el contrato de la ETT y la empresa les hace uno de obra y servicio. En su línea de control total parece que por error también me lo hacen a mi. Hasta me ponen que soy coordinador.
Es el trabajo de mis sueños:
- 7 horas de lunes a viernes.
- No madrugo
- Cobro plus de idiomas + plus de coordinador.
- Me paso las tardes metido en internet mirando tonterías.
- Cuando hay futbol entre semana tengo 2 o 3 páginas que no fallan.

Todo esto no puede durar demasiado. Por supuesto, tiene sus puntos negros:
- Los martes hay reunión telefónica con los jefes de la empresa de telefonía a los que damos servicio. Siempre tienen algo malo que decirnos y esta gente no lo encaja demasiado bien.
- Sigo con las pseudo-guardias del fin de semana.
- Hay momentos en los que ya no tengo nada que ver en internet.
- Mi jefe es bipolar.

Sobre el primer punto negativo, sí mi empresa me parecía un desastre los que les pagan son una banda de música integrada por sordos. No se enteran de nada, esta gente sabe tanto de telefonía móvil como yo de corte y confección. Piden cosas absurdas, pero las hacemos igualmente. Esto enlaza el punto 1 con el 4.
Nunca había conocido a una persona que pasara de la felicidad al odio profundo en menos de 2 segundos. Bruce Banner necesitaba su tiempo para mutar, Jekyll se resistía y los hombres lobo tienen que esperar a que les salga todo el pelo. Este no.
Como ejemplo más significativo lo que pasó una tarde cualquiera, sobre las 19.
Yo estaba esperando que se fuera para probar mis enlaces para el partido de la champions, cuando el tipo baja de su despacho y se para en mi puesto.

- ¿Todo bien?
- Sí, sin problema - Eran las mismas frases de despedida que nos decíamos todos los días.
- Bueno, pues hasta ma... ¡¡¡¡¡¡TUUUU!!!!
Le miro con cara incrédula, pero al rato de grito constante me doy cuenta que no me dice a mi, se lo dice al operador que hay a mi lado.
- ¡¡¡¡¡TUUUUUUUUUUUUUU!!!!!¡¡¡¡¡¡¡Dónde están tus cascos!!!!!!!!!!!???????
El chico lleva puestos unos, de hecho está hablando con un cliente con ellos. Juraría que no llevan nombre, pero la reacción me hace dudar.
El operador le hace una señal con las temblorosas manos indicándole que está hablando.
- ¡¡¡¡Dónde están sus cascos!!!?? Gira su ira hacia mi.
- Creía que esos eran los suyos - Le digo, con mi voz más tranquila y pasota.

Antes de que pueda replicarme la llamada del operador acaba y es tan tonto que confiesa.

- Los cambié ayer porque la diadema estaba rota y se me caía...
- ¡¡¡¡¡Y donde están los otros???!!!! ¿¿¿ERES IMBECIL O QUE TE PASA????
El chico aguanta el chaparrón balbuceando como un bebe recién levantado. Le dice que los dejó en la mesa del rincón, donde no están y que no me avisó porque no creía que hiciera falta. Al menos no ha intentado colármela.
- !!!PUES LOS VAS A PAGAR DE TU SUELDO!!!! Santiago, apúntalo y mañana cuando llegues subes a la oficina y me lo recuerdas - me dice tranquilo, como si no hubiera pasado nada.

Al día siguiente hablo con mi compañera de la mañana y me dice que la supervisora guardó los rotos en una caja, para que no se perdieran. Suspiro aliviado, porque por muy atrapado que esté el chico no me gustaría que perdiera pasta por esa tontería, pero al rato vuelvo a la realidad.

- No, si no le ha dicho nada. Cuando le ha explicado la historia se ha quedado callada y ha dicho que le parecía bien el descuento en nómina, que tenemos que ser más responsables.

Normal. Es una supervisora de telemarketing. Me fiaría antes de una mamba negra encerrada conmigo disfrazado de ratón en un ataúd.